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ENTRE MITOS Y REALIDADES una guía alternativa del castillo de Praga 3

Rey

Tour Guide, Prague, Czech Republic

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La majestuosidad de la Catedral de San Vito va más allá de su impactante arquitectura gótica. Esta catedral ha sido el epicentro religioso y de poder más importante de Praga, un símbolo del poderío de la corona y la Iglesia Católica. Fue en la era de Carlos IV, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, cuando nuestra ciudad fue elevada al estatus de arzobispado y se ordenó la construcción de esta magnífica catedral.

El 21 de noviembre de 1344, Juan de Luxemburgo, en presencia de su hijo Carlos IV y del recién nombrado arzobispo de la ciudad, Arnošt z Pardubic, colocó la primera piedra de esta grandiosa obra. Durante siglos, generaciones de trabajadores han dejado su huella en esta imponente construcción, cada piedra es testigo de la tenacidad, el amor y la fe del pueblo checo. No solo alberga nuestras reliquias religiosas más preciadas, sino que también es el lugar de descanso eterno de obispos, reyes y nobles. Incluso los dos primeros arquitectos de la catedral, Matyáš de Arras y Peter Parler, encuentran su morada aquí.

El arquitecto Matyáš de Arras fue el responsable inicial de esta obra maestra, basándose en su experiencia en la catedral de Aviñón. Sin embargo, su vida se vio truncada a los 62 años en 1352. Fue entonces cuando el joven y ambicioso arquitecto Peter Parler asumió la responsabilidad de continuar la edificación. Parler aportó el distintivo estilo gótico alemán, inspirándose en la catedral de Colonia, donde su padre había sido reconocido constructor.


 Durante las dos primeras fases de construcción, entre Arras, Parler y sus descendientes, se lograron levantar 59,43 metros de los 124 que tiene en la actualidad. En la parte más antigua de San Vito se encuentran los altares que albergan a nuestros primeros nobles y obispos. 

Sin embargo, las guerras husitas y la turbulencia política que asoló Praga después de la defenestración de 1419 sumieron a la catedral en un largo período sombrío. A pesar de ello, el 28 de julio de 1420, tuvo lugar la primera coronación en la catedral, esta vez de Zikmund, segundo hijo de Carlos IV, quien heredó los territorios bohemios tras la muerte de su hermano. Estos territorios se convirtieron en el epicentro de una larga y desgarradora guerra que duró más de 14 años.


A medio terminar debido a los conflictos bélicos, los hijos de Parler construyeron un muro provisional de madera que sobrevivió durante el reinado de Jorge de Poděbrady. Posteriormente, con la llegada de los Jallonsky en 1483, a pesar de su traslado al castillo y la construcción de un impresionante palacio renacentista, se mostró poco interés por San Vito. Finalmente, el muro de madera del siglo XIV ardió junto con los palacios del castillo en el gran incendio de 1541.

La falta de fondos y el declive del estilo gótico, especialmente con el advenimiento del barroco, relegaron a la catedral a un segundo plano. Sin embargo, en ciertos momentos se añadieron y renovaron nuevos elementos, dejando su impronta en esta catedral cargada de historia y evolución.


En el interior de la Catedral de San Vito, nos maravillamos con los preciosos vitrales que datan de los años 30 del siglo pasado. Estas obras de arte son el resultado de la paciente labor de los mejores artesanos de la época. Uno de los vitrales más destacados es el rosetón.

En la parte superior del rosetón, podemos apreciar la representación de Dios Padre como el creador del universo. Siguiendo el sentido del reloj, encontramos los  siete días de la creación: la Luz, el firmamento, la tierra, el día y la noche, los peces y los pájaros, la fauna terrestre, y nuevamente en la parte superior, el séptimo día y la bendición de su creación.

A la derecha, se encuentra la capilla de los Thun, inspirada en el Salmo 126-5. Este vitral, diseñado por František Kysela en 1929, fue financiado por una de las primeras aseguradoras mutuas de la nación. En la parte superior, se encuentra el símbolo del Ojo de Dios, seguido por las representaciones de San Florián, Santa Bárbara y, más abajo, San Cristóbal.

La capilla de Santa Ludmila muestra en su vitral el envío del Espíritu Santo sobre los doce apóstoles. Esta obra, realizada por Max Švabinský en 1935, fue financiada por el próspero pastelero Antonín Seidl.

Sin embargo, quizás el vitral más atractivo de todos es el de la capilla episcopal. A diferencia de los demás vitrales, este está pintado sobre vidrio y su autor es el afamado pintor Alfons Mucha, quien lo diseñó en 1930. La aseguradora Salvia financió esta obra. En este vitral, Mucha recrea a Cirilo y Metodio y el bautizo de los pueblos eslavos paganos.

En la parte posterior de la catedral, podemos admirar las ventanas del coro. En la ventana central, se representa la Santísima Trinidad: Dios Padre sosteniendo a Cristo crucificado y el Espíritu Santo en forma de paloma. En la ventana norte, la figura central es la Virgen María sosteniendo la Corona de San Wenceslao, acompañada de Santa Ludmila y Mlada, quien fundó el primer convento de Praga. En la parte inferior del vitral, se representa a Spytihněv con la maqueta de su basílica románica.


La ventana sur destaca a San Wenceslao y San Vito arrodillados, y más abajo se encuentra el propio Carlos IV con la maqueta de la

catedral gótica. Es importante recordar que nuestro emperador era un gran adorador de la figura de nuestro santo patrón.

Estas ventanas también fueron inspiración para Max Švabinský en 1936, financiadas esta vez por la sociedad Explosia. Švabinský también fue el autor del vitral del rosetón sur, sobre la Puerta de Oro. En esta obra de 1935, Švabinský recrea desde la creación de Adán y Eva junto al árbol del conocimiento, pasando por los monarcas más importantes de nuestra historia que se encuentran sepultados en la catedral. En el centro, destaca la figura de Cristo y hacia la parte superior, los ángeles anuncian el juicio final tocando las trompetas. La corona de San Wenceslao resplandece en la cresta del vitral, combinando a la perfección la piedra y el vidrio.

Dentro de esta majestuosa catedral, también encontramos la hermosa capilla de San Wenceslao, construida por orden y supervisión directa de Carlos IV. Está decorada con 31 frescos alegóricos a la vida de nuestro santo patrón, pintados entre 1372 y 1373, aunque desconocemos el nombre de su autor. La capilla está revestida con piedras semipreciosas procedentes de distintos lugares del imperio, predominando el jaspe rojo, las amatistas y los crisopacios, que pulidos pacientemente, le confieren un aspecto celestial. Además, podemos admirar el sepulcro de nuestro 

santo patrón, y a través de la pequeña Puerta Dorada se accede a la Cámara de la Corona, sobre la Puerta de Oro. 

Justo debajo de esta capilla, se encuentra la cripta que alberga los restos de Carlos IV y los miembros más cercanos de su familia, incluidas sus cuatro esposas que compartieron su larga vida.

Entre los destacados altares de la catedral, encontramos el dedicado a San Juan Nepomuceno, que está completamente construido con plata procedente de Viena. En él se exhiben detallados relieves de la vida del mártir. El sarcófago, lugar de su descanso eterno, es sostenido por dos ángeles. San Juan Nepomuceno fue asesinado y, a pesar de la tortura, no reveló el secreto de confesión al rey Wenceslao IV en 1393. No fue santificado hasta el siglo XVII y su llegada a la catedral ocurrió en 1736. Además de ser uno de los patrones de Praga, también lo es de Venecia y de la Infantería de Marina española. 

En lo alto de la imponente Puerta Dorada, uno de los accesos principales a la catedral se encuentra un tesoro que ha cautivado la imaginación de propios y extraños a lo largo de los siglos. Es en este lugar sagrado donde se resguarda con celo la Corona de Carlos IV, un símbolo de poder y grandeza que ha sido protegido por siete llaves. Esta corona, creada específicamente para la coronación de Carlos IV como rey de Bohemia es uno de los tesoros más valiosos de la República Checa.

La Puerta Dorada, con su imponente estructura y su mosaico de tres partes que representa el Juicio Final, ha sido testigo de innumerables momentos históricos. En sus tiempos de esplendor, el dorado de sus miles de piezas se reflejaba en la ciudad, otorgándole a Praga el sobrenombre de la "ciudad dorada". Este es solo un ejemplo de cómo el arte y la arquitectura se unen para crear una atmósfera única y mística en el Castillo de Praga.

Dentro de la catedral, entre los tesoros y reliquias que han perdurado hasta nuestros días, se encuentra la campana más grande de la República Checa. Fundida por orden de Fernando I, el primer Habsburgo que gobernó sobre Bohemia, esta imponente campana sigue resonando con su potente sonido en el corazón del castillo. Sin embargo, aún nos maravilla el misterio de cómo fue posible elevar esta inmensa campana, con sus casi 15 toneladas y dos metros de diámetro, hasta la cima de una torre de 99 metros de altura utilizando la tecnología de la época.

Otro legado que nos ha llegado de la época de Rodolfo II, nieto de Fernando I, es el magnífico decorado renacentista de las ventanas que adornan la Torre. Estos intrincados diseños, meticulosamente elaborados, nos transportan a una época de esplendor y refinamiento artístico. Además, los relojes que se alzan en lo alto de la Torre nos recuerdan el paso del tiempo y la importancia de preservar nuestra historia y tradiciones.

El Castillo de Praga, con su rica historia y su diversidad arquitectónica, es un tesoro invaluable que nos conecta con las raíces de nuestra nación. Cada detalle, cada elemento artístico y cada reliquia nos hablan de épocas pasadas y nos invitan a reflexionar sobre la grandeza de nuestra cultura. Al recorrer sus pasillos y contemplar su majestuosidad, nos sumergimos en un mundo de leyendas y tradiciones, donde el pasado y el presente se entrelazan en una danza eterna.