EL VIENTO Y LOS VOLCANES
La fuerza del viento de Sur Lípez tiene un encanto cruel, te mueve el mundo polícromo en un instante, los atardeceres se tornan caprichosos, las pocas nubes que flanquearon todo el Altiplano se hallan cansadas y débiles para enfrentarse a esta fuerza poderosa del viento que sopla todo el día.
Los vientos cruzan como demonios levantando polvaredas que se elevan al infinito, llevando en su manto arenas que se meten en todas partes del cuerpo para luego desaparecer alejándose con una carcajada siniestra en busca de otros seres que huyen a sus madrigueras o se arremolinan en manadas para frenar su fuerza y enfrentar unidas el golpe de frío y arena.
En Agosto y Septiembre, el viento es señor de las planicies de Lípez, sube en segundos a los volcanes, baja ágil furioso desde sus cumbres, destruye el vapor de las aguas termales, se torna atrevido y se esconde en las oquedades de los pequeños valles que se forman en los cañadones y pasos de las montañas.
Es ese viento que emite melodías del más allá, sus tonos son conciertos de decibeles diversos y de armonías que susurra su arrogancia en ritmos de sicus acompasados suaves y agudos que choca entre los ecos de los volcanes y sus cráteres.
Los vientos y volcanes se tornan amigos, se respetan y conviven en romances de millones de años, fueron testigos de los diferentes cambios geológicos sobre la faz de la tierra; nacieron y crecieron juntos, por eso van de la mano.
Estoy al fondo del Altiplano que se eleva suavemente desde los 3660 hasta los 5000 metros, ya me acostumbré a sus encantos y caprichos con lagos cáusticos y salares que quedan chicos ante los imponentes volcanes de Sur Lípez.
Esta cordillera Occidental alegra y deprime, me sorprende y me cansa son la cola de una inmensa familia de volcanes que hacen fila desde hace millones de años para entrar en erupción; algunos ya son viejos, otros están edad púber; otros ya maduros para echar su polvo de cenizas y lava volcánica.. Freddy Céspedes Espinoza. Koa Travel